Por
La falta de credibilidad en los políticos deriva del hecho de que,
desde la Antigüedad hasta hoy, estos sujetos tienen derecho sobre el
lenguaje que el pueblo no posee: el derecho de mentir, y así será
mientras las sociedades estén obligadas a regirse fatalmente por un
tipo de Poder.
Como no puedo determinar con exactitud, aunque lo intuyo, en qué
momento el político usa ese derecho, para mí no tiene ninguna
credibilidad. Quien quiera creer en los políticos, es asunto suyo y, por
lo general, esta ingenuidad obedece a que la gente común, y la no tan
común, carece de conciencia política, de conciencia nacional, de
conciencia de pertenecer a una comunidad de intereses, de conciencia de
clase y de conciencia de ser sujetos. Estas cinco faltas de conciencia
son el abono formidable que permite la vigencia absoluta del político y
la construcción del clientelismo y el patrimonialismo como forma de
concepción de los gobiernos y de los Estados que los rigen.
Otra categoría de sujeto, y que forma parte de la pirámide del poder
de cualquier sistema social, es el sujeto eclesiástico. Lo grave no es
que por la fe se crea en Dios, sino que el sujeto eclesiástico, un
simple mortal igual que todos los mortales, se arrogue el privilegio
exclusivo de hacer creer, si haberlo visto nunca y, por lo tanto, sin
prueba alguna, que Dios existe, sin que la divinidad se le haya
aparecido y manifestado o que para creer en la existencia de Dios se
base en unos discursos escritos por otros hombres a quienes tampoco se
les apareció Dios en persona, si no es esto una herejía, pues ¿cómo
puede poseer Dios figura humana?
La afirmación temeraria de los sujetos eclesiásticos es un
embaucamiento cuya mentira tiene por estrategia garantizar el
mantenimiento del orden social y del orden divino en la Tierra.
En el orden empírico, donde se bate el cobre de la vida, lo que
carece de prueba no existe y el primer deber del sujeto es dudar de la
existencia de lo que no puede ser probado. Creer lo contrario es tener
la fe del carbonero y sus cinco faltas de conciencia.
En este sentido, otra categoría de sujeto que tiene derecho a mentir a
su paciente es el médico, derecho que le está reservado, al igual que
al político y al sacerdote, en el libro tercero de “La República”, obra
de Platón donde quedó plasmada, para Occidente, la forma de gobernar los
Estados que todavía rigen el planeta, sin importar que sean repúblicas o
monarquías: la razón de Estado como razón política y el secreto como
forma de gobernar. Aunque me disculpo con el lector por lo largo de la
cita de Platón, su discurso es provechoso para estar alertas contra la
mentira y su hija mayor: la manipulación, pues ambas impiden acceder a
los cinco estados de conciencia necesarios al sujeto para la conquista
de su libertad y no quedarse dormido: –
“Sócrates. Pero también la
verdad tiene derechos que es preciso respetar. Porque, si no nos
engañamos cuando hace un momento dijimos que la mentira nunca es útil a
los dioses, pero que lo es algunas veces a los hombres, al servirse de
ella como de un remedio, es evidente que su uso solo puede confiarse a
los médicos y sin que los particulares puedan tocarla. –Adimanto. Es
evidente. –Sócrates. Por consiguiente, si hay alguien a quien le sea
lícito faltar a la verdad, serán los gobernantes de la ciudad, que
podrán mentir con respecto a los enemigos o conciudadanos en beneficio
del Estado. La mentira, en cambio no debe nunca permitirse a los demás
hombres, y si un particular engaña a los gobernantes, lo consideraremos
como una falta tan o más grave que la del enfermo o atleta que miente a
su médico o preparador en cuestiones que afectan a su cuerpo, o bien la
del marinero que no dice la verdad al piloto acerca del estado de la
nave o de cualquier otro de los marineros. –Adimanto. Tal creo también
yo. –Sócrates. Por consiguiente, si el gobernante sorprende en mentira a
alguno de los ciudadanos/sea de la condición de los artesanos/sea
adivino, sea médico, sea carpintero, le castigará como responsable de
introducir en el Estado un mal tan pernicioso y subversivo como lo sería
en la nave. –Adimanto. Mal pernicioso para el Estado, si los hechos
correspondiesen a las palabras.” (Barcelona: Iberia, 3ª ed., 1961, p.
85).
Al igual que el del político y el del sujeto eclesiástico, el
discurso del médico debe estar subordinado a la más elevada falta de
credibilidad, pues no se sabe cuándo miente por ignorancia o por piedad.
En los casos de duda del paciente, este debe buscarse, con las pruebas
correspondientes de laboratorio, cuantos diagnósticos sean necesarios.
¿Cuántas veces no hemos oído de boca de innumerables pacientes que el
médico X le diagnosticó tres o seis meses de vida a causa de la
enfermedad terminal que supuestamente descubrió? ¿Y a esos mismos
pacientes no les hemos oído decir que ya llevan diez o más años de vida
después que su médico le pronosticó una muerte inminente?
¿Por cuáles razones no debemos dar crético a lo que dicen los
políticos y los sujetos eclesiásticos, y ser cautos con los diagnósticos
médicos y agenciarse varias opiniones?
En
primer lugar, porque tanto el político como el sacerdote y el médico
tienen una personalidad promotora, a la que le falta la ética en un
99.99 por ciento de los casos. El restante 1% se distribuye
proporcionalmente entre los 14 tipos de sujetos estudiados hasta ahora.
Por ejemplo, en el siglo XIX un tipo de político promotor y con ética
fue José Martí. En el siglo XX solo encuentro a Salvador Allende y Juan
Bosch. Todos sabemos el destino que corrieron los tres. Por no ser
políticos sin escrúpulos, como el arquetipo de Maquiavelo en el
Renacimiento o manipuladores e instrumentalizadores burdos como el
prototipo de “Las 48 leyes del poder”, de Robert Greene, en el siglo XX y
XXI. Este último junto a Maquiavelo y un poco menos Gracián conforman
la apología de la pragmática sin ética, contrarios a la poética, donde
ética y sujeto son políticamente inseparables. La política sin ética es
la apología y justificación de la corrupción y, por consiguiente, la
aceptación del materialismo y la tetralogía nihilista del siquiatra
español Enrique Rojas: consumo-permisividad-relativismo-hedonismo en “El
hombre light. Una vida sin valores” (Buenos Aires: Planeta- Booklet,
2004).
Los tres tipos de sujetos son vendedores de ilusiones, su tiempo
favorito es el futuro y su mercancía favorita es la promesa, es decir,
el bienestar y la felicidad individual o colectiva si se vota por el
candidato; la vida eterna en el Paraíso si se cree en Dios; y, la cura
definitiva aquí en la tierra, si se cree en el galeno.
Por lo menos estas tres categorías de sujeto están a cubierto de toda
responsabilidad con respecto a sus actos, ya que en una sociedad como
la nuestra, regida desde 1844 hasta hoy por un Estado clientelista y
patrimonialista, altamente desorganizado, desinstitucionalizado, sin
seguridad jurídica, carcomido por la violencia, la delincuencia y la
corrupción, las malas prácticas de los políticos, de los sacerdotes y de
los médicos, no tienen ninguna consecuencia, pues están por encima de
la ley y de la gente común y cualquier demanda en su contra a causa de
la comisión de actos de corrupción, abusos sexuales o mala práctica
médica se resuelve, autoritariamente, a favor de estos poderosos porque
la política, que es la teoría y la práctica de la toma del Poder, ha
politizado y privatizado la justicia.
¿Cómo
se define la personalidad promotora del político, del sacerdote y del
médico? Es la que posee un alto grado de entrenamiento para vender lo
que no se necesita. Este grado de entrenamiento posee variadas técnicas,
estrategias y apuestas para persuadir y convencer al cliente que compre
o acepte lo que no necesita. A eso se le llama manipulación, la que
consiste en obligar a hacer lo que uno no quiere ni desea ni necesita.
Lo que el sujeto manipular hace será siempre en beneficio propio o a
favor de una tercera persona con la que está coaligado. La coalición en
Psicogenealogía es siempre dañina para el sujeto, pues esta consiste en
la unión de A y B para perjudicar a C, quien desconoce la manipulación
que A y B ejercen en su contra. En cambio, la alianza siempre es
beneficiosa, pues se realiza en virtud de un acuerdo consciente entre
las tres partes.
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